El aroma a queso fundido con chorizo anuncia la llegada de tortillas. En un molcajete cercano debe haber una salsa, y en otro, un guacamole. No puede faltar el pico de gallo ni el cilantro. Tampoco los limones. En la mesa hay todo tipo de antojitos, y las tortillas encuentran compañía en la barbacoa, arrachera, cochinita pibil, frijoles, nopalitos, picadillo. (México lindo y sabroso)
No conozco mexicano que viva fuera del país y no extrañe la comida de su tierra. El apego a los tacos, quesadillas, la salsa picante y un buen tequila es real, es parte de nuestra vida.
Para todo paisano, la comida mexicana es un refugio. Vivir lejos y conseguir los ingredientes para cocinar unas gorditas, sopes o enchiladas es regresar a México aunque sea por unos momentos, desde la cocina extranjera.
La comida mexicana es tan noble y variada, que la hay para todo estado de ánimo. Es alivio para el que anda decaído por un desamor o estresado por el trabajo. Aquél que pasa por un mal momento encuentra un oasis en los tacos al pastor, un pozole o una sopa de tortilla. Nada como un caldo tlalpeño, unos huaraches o pambazos para levantar la moral, cargar las pilas. Además, por si se ofrece, el tequila borra todo. El mezcal también. Y para curar la resaca, chilaquiles para el alma.
Probar unos churros, el pan de muerto, un mazapán (de preferencia Azteca) o tamarindo es recordar de dónde venimos y quiénes somos. Es acordarnos de nuestras abuelas y madres (abuelos y padres también) cocinando generosas las recetas de costumbre. Y es traer a la memoria recuerdos vivos, imágenes, nostalgia y anécdotas irrepetibles: cajeta, palanquetas, capirotada, arroz con leche.
Nuestra tradición culinaria se forjó en el ingenio de mexicanas y mexicanos que innovaron con lo que tenían a la mano. Es rica gracias al fruto de sus praderas y flores (que son como talismanes). Y es colorida porque no podía ser de otra manera.
La comida mexicana es como un mural de Diego pero de sabores, un huapango de aromas exquisitos, auténtica y seductora como un poema de Sabines.
¡Viva México!
El del 15 de septiembre no sólo debe ser un grito de libertad, sino también de sabor. Nuestra comida nos otorga el privilegio de sentirnos en casa aunque estemos lejos. Y es un orgullo nuestro que sea reconocida en todo el mundo. Que desde cada cocina donde se fabrica esa maravilla que es la comida mexicana, se grite también ¡Viva México!
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